Un origen común, un destino opuesto. Desde la segunda escala del Poder, (viviendo de y por la luz), estalla la tragedia entre hermanos antes de la creación del hombre: ¡Igual que Dios! - ¿Quién como Dios?
Los defensores del orden, de la norma, de lo establecido, destierran a las tinieblas a los rebeldes para gozar en exclusiva de la luz símbolo del bien.
La ambición, la trasgresión, la inconformidad, (motores del progreso) son anatentatizadas por y para el hombre, atribuyéndoseles desde el origen el germen y la prefiguración del mal. Deslumbrados por la luz permanecen en su ausencia.
Un anti-cainismo incruento porque el Espíritu no muere, y una condena que prefigura la lucha del hombre entre dos tendencias y dos realidades opuestas y equilibradas.
El bien y el mal, signo y símbolo de la conquista del ser humano, y por lo tanto representaciones que siempre han encontrado traducción en el arte